Permíteme, Helena,
hacer de estas trémulas letras,
digitadas con ansia
en la fría máquina que roba nuestros rostros,
el angustioso intento de regalarte lo dado antes por tí:
sentido, amor, sentido;
para la mostruosa oscuridad
de este amenazante escenario
en que mendigamos un efímero papel bajo la lampara...
domingo, 24 de junio de 2012
domingo, 11 de marzo de 2012
Señor de las palabras
Dulzura,
cae la luz,
pues la sombra fue alzándose desde el suelo,
los sonidos han dejado de vibrar
con el volumen que tienen las ruidos de las cosas que caen,
que estallan, que golpean...
Y en la sombra disimulada,
en la luz oscurecida por la mentira de la electricidad
tu imagen se me acerca para rozar mis cejas caídas,
mi boca reseca, mi lengua que olvida el habla y se hunde
en el silencio
en el origen
en la esperanza de que lleguen las palabras
y levanten al señor caído, al niño perdido,
para poblar la habitación de sonrisas, para cerrar las ventanas
y abrir las puertas,
dejando atrás las cortinas detrás de las cuales nos asomamos
para ver el mundo,
sí, y entonces al fin,
ver el mundo.
cae la luz,
pues la sombra fue alzándose desde el suelo,
los sonidos han dejado de vibrar
con el volumen que tienen las ruidos de las cosas que caen,
que estallan, que golpean...
Y en la sombra disimulada,
en la luz oscurecida por la mentira de la electricidad
tu imagen se me acerca para rozar mis cejas caídas,
mi boca reseca, mi lengua que olvida el habla y se hunde
en el silencio
en el origen
en la esperanza de que lleguen las palabras
y levanten al señor caído, al niño perdido,
para poblar la habitación de sonrisas, para cerrar las ventanas
y abrir las puertas,
dejando atrás las cortinas detrás de las cuales nos asomamos
para ver el mundo,
sí, y entonces al fin,
ver el mundo.
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