Cuando el diluvio llegue estaremos solos.
Entre los muertos y yo,
sonidos
retuercen los contornos en la espera.
Gotas de mañanas y de tardes,
niebla.
Y tu Voz
siempre allí,
cerrándome la boca,
cuidándome la angustia,
dilatando los espacios de las voces huidizas
que llegan
con palabras y rugidos.
Cuando la tarde muere
y nos deja la piel,
que con escamas cae,
las sillas se van quedando solas
y solo el silencio.
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